NUNTIUS. Salmo 91.11
Darío Mijangos, por primera vez vi algunas de sus obras hace
ya casi 6 años, en la Clínica Condesa, estaban suspendidas en el espacio,
parecía que volaban apropiándose de las alas de sus ángeles, personajes que
persisten en su producción. Me impactaron fuertemente, me identifiqué con ellas
de inmediato, y quise conocerlo, pregunté,
quien era y me dijeron que era paciente de la Clínica. Quise hacer contacto con
el artista, pero las condiciones no se dieron sino hasta casi cuatro años
después, en otra exposición en el Salón de la Plástica Mexicana. Como siempre,
se presentó con su desparpajo característico y su sonrisa habitual, la conexión
se había dado, como por arte de magia todo surgió así, sin proponérnoslo. Como
surgen todas las cosas bellas de la vida.
Tengo que hablar primero, del varón, del hombre, del ser
sensible, amoroso, comedido, gentil, inteligente, alegre, a veces intolerante,…
con la palabra precisa y la acción siempre dispuestas para brindar ayuda, para
hacerte sentir bien cuando las situaciones se ponen ríspidas o para brindarte
apoyo cuando te cuesta trabajo descender un peldaño.
Enseguida hablaré del artista, que surge cuando las
características que lo avalan como ser humano, le otorgan el soporte para
producir, tan prolíficamente, la obra que le da el título de ARTISTA de Tolteca, Darío como ellos, “tiene a
dios en su corazón, dialoga con su corazón, todo lo saca de su corazón, obra
con deleite, hace las cosas con calma…” Como los tlakuilos de la cultura que nos heredaron nuestros abuelos mexicas,
nuestros antepasados, como ellos, sabe manejar la tinta negra y roja, símbolos
de la oscuridad y la luz. El negro y el rojo, en nuestra cultura antigua, se
relacionaban con el conocimiento, con el saber que sobrepasa la comprensión ordinaria,.
Estos colores, Darío, los usa con esmero para compartirnos mensajes llenos de
amor, de dolor, de creencias, de melancolía por los seres que lo han dejado
como Libertad, Gilberto, … y la que ahora lo acompaña Uma Patricia y que son
como un sello característico, casi, casi su firma en las piezas que pinta. No
se puede concebir una pieza suya sin un Xoloitzkuintle.
En sus obras percibo lo que él ha asimilado de las
actividades artísticas que lo han conformado: las actitudes llenas de gracia y
encanto de los bailarines, las expresiones faciales y corporales de los
actores. Todo lo maneja con facilidad en un nuevo cometido, el de las Artes
Visuales. Todos los elementos de sus piezas nos hablan de vida: cuerpos, cielos,
plantas, nubes, mares, … nos hablan de la búsqueda de las flores y los cantos, símbolos que ayudan al hombre a encontrar
su verdad, su raíz sobre la tierra. Estos elementos no tienen que ser hermosos
desde un punto de vista occidental, muchas veces serán profundamente trágicos,
evocadores de la muerte y del misterio que rodean a la existencia humana,
Artista sensible e inquieto, siempre ávido por experimentar
nuevas posibilidades para enriquecer su producción plástica, lo misma pinta,
que esculpe, que graba, que crea libros de artista, cajas objeto, buscando las
soluciones adecuadas a las ideas que acuden y bombardean su cerebro, quitándole
muchas noches, el sueño.
Esta muestra está integrada por 16 piezas de gran formato,
que nos hablan de una gran parte de su vida, vivida con grandes dolores,
pérdidas, alegrías y esperanzas y en donde
nos invita a entrar para observar, para establecer puentes de
comunicación con su obra, y dialogar con esas emociones y vivencias que lo han
robustecido como ser humano y como artista.
Darío me enorgullece ser tu amiga, tu hermana como nos dicen,
gracias por haberme permitido el acceso a tu vida, a tu casa a tu familia y a
tus amigos. Te quiero y te admiro por todo lo que simbolizas en este espacio
vital, en este aquí y ahora: alegría, trabajo, lucha, disciplina y sobre todo
amor a la vida y al arte.
Áurea Aguilar.
Agosto de 2016.
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