miércoles, 11 de marzo de 2015

Pasión y Libertad

Pasión y Libertad. 1999. Óleo y acrílico / lienzo. 180 x 240 cm. 

Cuando nos sumergimos en la obra de Darío Mijangos, los jalones del espíritu no se hacen esperar, su pintura desarticula cualquier intento de interpretación para reclamar la autoría de su propia voz: nuestra reverberación. Por tal motivo, la interpretación más autorizada es la experiencia del que esta  frente al trabajo este pintor.

Por lo tanto, digámoslo así: La obra de Darío es de todos, porque no es de nadie,  ni de el, su pintura es una "otredad" a la cual advenimos  y, por tanto, nos precede, nos envuelve, nos satisface  y, por supuesto, a veces nos hiere… Hasta que por último, su significado, termina por escapársenos y cualquier intento de atraparlo es  insuficientes.

Hay individuos  que padecen  esta insuficiencia con mayor intensidad que otros y por ello se esfuerzan en  describir la manera en que ven ese mundo del que no se pueden escapar... Alguien dijo que  los seres humanos, vivimos en una cárcel de carne y sangre entre barrotes de huesos, y que la intención de comunicarnos es con el afán de calmar  la angustia de la soledad y el aislamiento en que vivimos

En este sentido  en un abrazo, sólo damos y recibimos un choque de carnes  que se dejan oír para dejar  clara constancia del eterno e insalvable desencuentro; así, todo queda en el espejismo que simula un contacto.  Sin embargo, lo otro es lo  cierto, Darío Mijangos nos revela con su lenguaje de pintor, el grito doloroso de un preso sin derecho de apelación.

 La dulce orfandad que reflejan los rostros de los seres que este autor pinta. No es más que la  distancia que las fractura el abrazo y la esperanza de fundirse con el otro, en realidad de  Mijangos la soledad  que se somete a su propio cuerpo. Darío es fiel a su propia imagen y su  semejanza que es su condenación: afanoso,  quiere llegar al  origen de sí mismo para  mediante este acto,  encontrarse con el otro… siempre fracasa.

Eternamente solo, derrotado por su pasión - ángel caído -, con su  pincel,  corazón en mano, comienza nuevamente su intento.

Libertad en la más absoluta soledad. 1998. Óleo y acrílico / lienzo. 100 x 980 cm. Colección Raúl Delgado

Ciertamente en Mijangos, su pincel es el  carcelero que a veces bondadoso,  emerge de la oscuridad de aquel calabozo  de piedra húmeda y caliente para traernos el mensaje de su condena a perpetuidad. Así, la  vida de este pintor es una ironía, porque vive apasionado de unos  colores que nunca ha visto (¿Cuáles son sus referentes?), pues la obscuridad de su celda-vientre no se lo permite.  Es que en  realidad, Mijangos tiene muy buen olfato y poca perspectiva  (casi siempre todo lo pinta en primer plano)... él sabe muy bien que el ámbar no huele al l rojo y que  el azul tiene otro aroma que el ocre.  Así, se aventura  y pinta. Pero por su puesto a este presidiario lo motivan sus amores,  le gusta sentirse vivo. Así, se otorga el  derecho a tener sus visitas pasionales. Entonces, sus visitantes descienden a tientas, con devoción, hasta llegar a su calabozo para atestiguar, entre rejas, su delirio; así nace la cual se debate su locura: erotismo y religiosidad, elementos que se amalgaman en Darío por obra y gracia de dolor y su Xoloitzcuintles. 

En efecto, la obra de este pintor  es inquietante,  porque une dos elementos que, si bien en su naturaleza más rudimentaria, estaban mezclados,  en nuestro tiempo y forma cultural resulta sacrílego.  (Aunque en el caso de Mijangos no podría decir para cuál de los elementos) el hecho de no mantenerlos bien distantes uno del otro: el erotismo y la religiosidad son una constante en su obra.
 Los que no son parte del plan. 1999. Óleo y acrílico / lienzo. 180 x 120 cm. Colección UAM Azcapotzalco.

Los temas de su trabajo, por lo tanto  no son casuales: "Pasión Santoral", "La pasión según los tres", "Mi ángel", " Guadalupe virgen", "Tu sangre para mí es preciosa ", "Sagrado corazón "," Santo Señor del suicidio "," San Sebastián de Santiago "," La pasión según Michal "," El último ángel "," La ofrenda ","La consagración de la Virgen "," Sagrado Corazón de Darío ", "Getsemaní", "Nuestra Señora de La Plata", "teofanía", "La caída", “Tres santos amigos ", "San Javier con Libertad", "Mártir", "Los Evangelistas" ...
Getsemaní. 1998. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 100 colección Vincent Osborne. UK

Trabajos en cuyas rasgos se muestran manos en gestos benditos, miradas dulcísimas, desnudos santificado, mártires con sanguinolentas eyaculaciones, querubín Xoloitzcuintles... en fin, elementos de la ternura, sensualidad y el dolor  mezclados con vocación  reverencial.

Viviendo con Libertad. 1999. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 120 cm. Colección Silvia Morón. Córdoba, Argentina


La atmósfera que Darío Mijangos, logra en sus cuadros es un halo de liturgia erótica  de colores vivos y profundos, donde el placer y la muerte vienen a ser  motivo de una celebración solemnísima.  Para este autor,  oficiar es llevar el ritual de su trabajo hasta sus últimas consecuencias; es alimentar cotidianamente su vida y su muerte para mostrarnos, obsequioso, la enorme dignidad que vierte en cada brochazo arrancado a la soledad que lo aprisiona, vértigo al que por cierto, está condenado a cadena perpetúa.


Maestro: Saúl Román.

Ciudad de México, otoño de 1999.

La sensualidad del pintor.

Pasión Santoral. 1999. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 240 cm. Colección privada, Reino Unido.

Darío, como buen artista, vive su cotidianidad en dos mundos aparentemente di símbolos pero no opuestos y sí complementarios: el de la vida real en su trabajo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y el mágico de su pintura; en ambos es un exitoso. Lo descubrí seguramente como muchos por el Internet e incuso por este medio fue invitado a exponer recientemente en la Argentina. Después lo he seguido hasta su estudio y en exposiciones donde he podido comprobar su valía como pintor, por muchos no comprendida, por otros alabada hasta la ignominia. Sin embargo, mi máximo éxito ha sido el haberme podido acercar a su obra ganándome su amistad; esto me ha valido el pase a un mundo mágico que cualquiera puede intuir al plantarse frente a un óleo o acrílico suyo, pero en el que se adivina apenas la génesis que toda obra de arte lleva implícita. Admirar un Darío Mijangos es, antes que nada, un goce visual y estético; el primero lo pueden ofrecer muchas pinturas, el segundo, ese que nos provoca aún chispazo casi eléctrico a través de la columna vertebral o que hace incluso flaquear las piernas de la emoción sólo lo logran los artistas con cuya obra nos identificamos, los que nos cautivan por "x" o y razón y se meten claro por nuestros ojos, pero hasta nuestro cerebro y corazón. Siempre he considerado que todo arte es una entrega recíproca y por eso tanto he de cuidarme al expresar mis / los sentimientos que me inspira hacer "crítica" de la obra de un amigo. 

Este breve artículo se lo debía a Darío y a mí mismo. En alguna ocasión pretendí una monografía más extensa de crítica imparcial, pero eso sólo se logra siendo ecuánime y yo no puedo serlo, no al menos desde el momento en que me declaro admirador de su estética, cuando me identifico con su mundo mágico, con su forma de pensar y acepto incluso comulgar en su misma escuela formativa: la mexicana de pintura que él ha sabido tan provechosamente utilizar para lograr un estilo propio pero en el que se adivinan las influencias de una Frida Kahlo por ejemplo, el ascetismo de Manuel Rodríguez Lozano y las mexicanísimas imágenes de lo nacional impuestas por Rivera en forma, tema y colorido. Que el lector de Club "G" de Tehuacán descubra a través de las pocas imágenes que presento al Darío Mijangos de su predilección: el joven artista de sentir gay enamorado del color y el arte nacional sencillo y eterno; el de los rollizos y pelones xoloitzcuintles, entes casi Sagrados o fósiles vivientes del desaparecido mundo prehispánico; el de las guirnaldas y cenefas con breves mensajes que tanto utilizara Frida y que tomara a su vez de la pintura costumbrista del siglo XIX; las composiciones arquitectónicamente estructuradas e incluso escultóricas del más puro estilo rodriguezlozaneano y de éste también su sensualidad característica para retratar al desnudo masculino con una total parquedad de elementos y para los que se vale comúnmente de su modelo favorito: su joven pareja de apenas 26 años de edad. 
Ungido con Libertad. 1999. Óleo,  acrílico y encaje / lienzo. 150 x 120 cm. Colección Xavier Llamas.

Por último y sobre todos ellos, el estilo que caracteriza a Darío, la magia que hablaba de su obra al rememorar ángeles, santos, seres dolientes y teatrales pero no más allá de la realidad, de una realidad llamada México que vivimos cada día los que por esto mismo somos vistos con tanta admiración por pueblos como el europeo que quizá tenga más tradición pictórica, pero que han quedado mudos y se maravillan ante la obra de un joven que tanto tiene que "decir", que tanto tiene que expresar y que tanto ha bebido de la fresca fuente de la escuela mexicana de pintura, fuente que se creía extinta, pero que afortunadamente esta nueva generación del torna milenio, olvidada ya de abstraccionismos y demás "ismos" que nada tienen que ver con lo mexicano auténtico, reclaman para su arte como una voz que cabalmente ha expresado su valía como medio de expresión. Quien no comprenda esto que no se acerque a un cuadro de Darío, que se olvide de líneas clásicas, de formas "bonitas", de tonos escolásticos y de medidas estándares. Darío es ante todo un revolucionario y no le importa agradar; su mensaje va implícito en cada cuadro y quien lo quiera apreciar, ya sea que le guste o no, le tiene sin cuidado. A Darío le importa obtener un lugar en la plástica mexicana ¿a qué artista nacional no?, pero él no viaja en el elevador fácil de la comercialización. Tampoco es surrealista o neo-mexicanista. Lo suyo es la plastificación de su mundo mágico interno: sus varones desnudos ni siquiera cumplen con las expectativas del nudismo integral de motivar la libido, sus cuerpos son morenos, mexicanos, sólo muertos aclaran su tez y sin embargo se les siente vivos, reales dentro de su fantasía; están calvos totalmente porque para Darío en eso estriba la masculinidad, no en el tamaño de los genitales; sufren porque son mágicos y porque son religiosos; común es observarlos con las alas cortadas, con las heridas sangrantes y postrados; jamás el coloso que busca de imponerse y sin embargo su desnudez es la mejor arma contra a "las buenas conciencias" de siempre; son como los primeros mártires cristianos: bellos en su desnudez y por ella poderosos. Hay que resaltar también de sus retratos la honda psicología que obtiene con algunos cuantos elementos: las mujeres de su serie de las Vírgenes no necesitan incluso de las auras de algunos de sus santos para remitirnos a la idea de la diosa generatriz; sus retratos aluden al personaje por su ambiente más que por sus lujosos vestidos o escenografía, y para ello Darío se vale de sus fondos, algo que a él no le gusta que se mencione e  incluso hasta le molesta, pero pocos pintores logran tal ambientación con esas texturas, con esos colores, con tal parquedad de elementos que al decir de algunos neófitos en ocasiones se "comen" al cuadro. 
Concerti per flute. 2001. Óleo y acrílico / lienzo. 120 x 150 cm. Colección: Padre José herrera Alcala. Diócesis de San Cristobal de las Casas

Un ejemplo: Horacio Franco no necesitó de toda su nudística y provocativa  musculatura e incluso ni de su infalible flauta para expresar la magia de su música en el cuadro que le pintó Darío, pues con el puro fondo que lo aísla y lo sitúa a la vez en el centro de la obra basta y sobra para que el espectador "vea" flotar notas y partituras sobre el lienzo. No en balde dicho cuadro llamó poderosamente la atención a los asistentes de la pasada muestra  pictórica en la Semana Cultural Lésbica-Gay del Museo Universitario del Chopo en  junio del año 2001 en la Ciudad de México, donde Darío expuso por primera vez en un marco que ya estaba resultando incompleto sin su presencia. Finalmente para mi retrato ‹y se me perdonará la falsa modestia, 
El escritor. 1996.Óleo / lienzo. 100 x 80 cm. Colección privada, Frankfurt, Alemania

Darío ignoró olímpicamente mis sugerencias de como en su cuadro "El escritor", el utilizar ramas que naciendo de mi cabeza se regaran sobre el fondo con páginas escritas en lugar de flores. Para mi poema que inicia "Ese amor que tú me das...", esbozó las páginas sí y las ramas, pero las cubrió con el sutil dorado del fondo y prefirió finalmente escribir los versos distribuidos por acá y por allá, resaltando la fuerza de la creación a que todo poeta se enfrenta con la mirada profunda y la pluma de ave descuidadamente sostenida entre los dedos que finalmente dice mucho más que cualquier referencia directa al quehacer del retratado. 
Retrato de Jesús. 2001. Óleo y acrílico / lienzo. 100 x 80 cm. Colección Jesús Meza. 

Ahora me he acostumbrado a que quienes lo ven difieran del poco parecido físico que guarda conmigo, pero eso no me importa, prefiero la opinión más sabia y sensible de aquellos que en silencio admiran el cuadro, digieren el poema y ya después exclaman: "Sí, tú estás ahí en retrato y en obra" ¿Se puede pedir más a un pintor?


Lic. Jesús Meza
*Editor de Boys & Toys, Q-Eros y DesnuDarse

2000.

México se pinta y se siente

Dime que me quieres. 1995. Óleo / lienzo. 100 x 100. Colección: Jazhel Mirari.

La calle 5 de Mayo zigzaguea entre majestuosos edificios que encierran innumerables riquezas artísticas, las veredas se pueblan de sonidos y olores que golpean a cada paso los sentidos del caminante. Un hombre encerrado en una casulla ofrece tacos y coca cola, una mujer descubre una canasta repleta de tortas de jamón. pierna, pollo con o sin queso. Acomodados sobre una tela, los colores se multiplican en vestidos que combinan rojos, naranjas, verdes, turquesas con infinidad de adornos entre los cuales se encuentran monos, piedras, listones y bordados.

Llegando a la esquina la mirada se expande, el Zócalo luciendo orgulloso una monumental bandera verde, blanca y roja con un águila marrón que triunfadora existe una víbora en su pico, muestra todo su esplendor. En rededor se elevan los palacios de gobierno y la catedral construida por los españoles con las piedras de la ciudad de Tenochtitlán que nos brinda su testimonio desde las ruinas que yacen detrás del símbolo religioso del dominio colonial.

La obra de Daño Mijangos es la ciudad de México, en ella se traduce el sincretismo religioso mexicano que se expresa a través de perros Xoloitzcuintle, perros pelones sacralizados por los Aztecas fieles acompañantes de los rituales mortuorios y exquisito manjar. que van al cielo con alas de ángeles.

Pero Mijangos es también una expresión de su época. su obra muestra el dolor de una cultura a la cual intentaron desbastar en pro de una modernidad que interpreta como “subdesarrollados” a cualquier cultura que no responda a los cánones del progreso. Ángeles azules con corazones sangrantes en las manos, caras tristes con miradas perdidas, enlazados por su corazón, descreídos sin metas, en definitiva, ángeles que sobrevuelan una post-modernidad vaciada de contenido llevados por la desesperanza, en busca de la nada.

Por momentos ante un Mijangos. nos teñimos de desconsuelo pero si continuamos nuestro andar por las galerías de Polanco, nos topamos con una virgen mitad india. mitad española, que en una postura de espera no pasiva, nos augura en su mirada una esperanza.

Darío Mijangos es síntesis de un sincretismo religioso indígena-católico y de una modernidad que nos lleva al sin sentido post-moderno y concluye en la necesidad de llenar ese vacío con el retorno a una búsqueda mítico-religiosa pre-moderna que rescata la cultura visual de otras épocas re-formulada en un ahora globalizado y fragmentado.

 Lic. María Eugenia Rosboch*
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*Periodista y docente e investigadora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (República Argentina). Coordinadora de los espacios radiales ‘la primera Vez” y ‘Los locos de la azotea” trasmitidos por FM Universidad, Radio Dardo Rocha y  FM Stilo de la ciudad de La Plata.

Santoral particular

Mi família. 1996. Óleo / lienzo. 100 x 80 cm. Colección: Alejandro Araizaga

  • A Darío Mijangos:
  •                                    En su obra se produce el nacimiento de una enorme sensibilidad sin tener los instrumentos para decir de forma traducida lo  que constantemente, instantáneamente, el espíritu y el ser, hablan. Cuando es visto así, se comprende la ignominiosa soledad en que se vive. Y cuando existe el honesto medio, el honesto sentir, el verdadero, el real,  se procura por medio de ésos instrumentos reproducir ese entorno, la vida observada por el cedazo de esa sensibilidad.                                       
  •                                    Entonces graba su mundo interior, su mundo oculto. El observante vive a través de la vista con su criterio humano lo que es un mundo surrealista, ajeno a sí mismo, para cambiar ocasionalmente lo conceptual de la vida y el mundo del arte.
  •                                    En si Mijangos un pintor empírico, honesto y sencillo, sin trabucos sin formulismo y mucho menos trucos técnicos; nos regala una obra de arte, por demás decirlo, personal y autentica. Es un mensaje que va atravesando la piel, que nos hace un mundo de Ángeles, de seres que no son de este planeta, donde también participan sus perros y amigos, de corazones que palpitan y flotan en un sentir visceral que nos hace sumarnos en esa cuarta dimensión donde también, creámoslo o no, hay vida.
  •                                    Sin ser fácil el oficio del pintar, Darío, un pintor de esta calidad y repito de esta honestidad, nos ofrece un poema interior de su síquid, de su verdad interna y de amor por lo semejante.
  •  
  •                                                                                                           Manuel Guillen
  •                                                                                                                   Pintor

Rita Longa

Teofanía. 1997. Óleo / lienzo. 150 x 100 cm. Colección: Borís y René.

El joven Darío Mijangos, me ha pedido que diga las palabras inaugurales de su exposición. Mucho me halaga esta deferencia, y me sorprende por haber saltado varias generaciones. ¿Será que me ha confundido con aquella muchacha pintada por nuestro Jorge Arche, a quien tanto admira?. Pero he de ser sincera, ni ella ni yo estamos preparadas, para esta misión tan importante. Por esto, me limitare a invitarles a contemplar su obra, resultado de una profunda búsqueda, de un reconocimiento de sus raíces árabes y mexicanas, ingenua y mística a la vez, que logra hacer coincidir en la sensibilidad de las formas naïf, un fuerte lenguaje expresionista y un profundo tratamiento de la condición humana, donde el hombre se siente herido y busca autoafirmarse. Esta es la obra que nos presenta hoy Darío como un bello gesto de amor.


Rita Longa

Escultora
Miramar. La Habana , Cuba. 1998

En la mirada, carga de noche.

Ángeles caídos. 1996. Óleo / Lienzo. 100 x 1550 cm. Colección Beatriz Vargas

Es posible que la primera impresión que se aprese al contemplar la obra de Darío Mijangos sea la de un universo conocido, y es que efectivamente el artista establece una fluida comunicación a partir de códigos familiares al observador.

No obstante, si nos detenemos ante las obras veremos que los elementos denotados se connotan desde un perspectiva panicular; Alas, flores, figuras, corazones y perros resultan el repertorio apariencia de encontradas esencias.

Sin desestimar los aportes del instrumental contemporáneo los utiliza y aplica según las necesidades de su propuesta artística, así el sentido de la cita más que orientarse a una dirección autoral o estilística, se re ordena hacia el cromatismo de una cultural. Colorido que intenta un entrecruzamiento entre lo culto y lo popular, que se desplaza de altares y retablos a las artesanías, para colocarse en un nuevo universo pictórico y semántico. La cita entonces no es un mero elemento referencial o de contemporaneidad, sino una vía cultural de estirpe. Se podría afirmar que en las propuestas discursivas de este creador se enlazan algunas constantes modeladoras. 
La consagración de la virgen.1996. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 120 cm. Colección Privada

La manera de apropiarse del mito -por ejemplo el perro azteca-, unas veces como memoria (La Consagración de la virgen) otras como cotidianidad (Libertad hija y Nahui). Con toda la simbología establecida, el corazón también conduce la iconografía. Reconocible formalmente se manipula como fantasía ornamental en “Abriendo y Cerrando”, mientras que en “Ángeles Caídos” tributo a Frida Kahlo- conduce sentimientos plurales.
Libertad hija y Nahui. 1996. Óleo y acrílico / lienzo. 100 x 80 cm. Colección: Alfredo Linch.

El tributo al género del retrato, es otra regularidad, a partir de su propia representación (autorretrato), rostros que se intercambian de una obra a otra, que asumen diversas posturas y comparten espacios, con una mirada al infinito marcada por una temporalidad indeterminada.

Por último las tintas que aúna pasado y presente, en una operatoria en la que converge la tradición del retrato colonial y que ahora Darío desarticula para rememorar, describir, dinamizar e incorporar como elemento plástico.

Todo ello concreta una poética en la cual objetivo y lo cultural, lo local y lo universal marcada por una estética que aúna ideales aparentemente en conflicto.

Dra. Luz Merino.
Subdirectora de Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

Catedrática de la Universidad de La Habana

La Habana Cuba, Diciembre de 1997.

Con Libertad sobre las aguas

La Soledad de Magdala. 1997. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 100 cm. 
Colección: Magdalena Arias. 

“Cada hombre es una isla”, reza cierra aseveración del decir tradicional popular hispano que conlleva a considerar la existencia humana como una particularidad compacta con descoloridas relaciones tentaculares hacia el exterior.

En “Con Libertad sobre las aguas” el joven pintor Darío Mijangos (Ciudad de México, 1965)nos propone una emigración hacia sí, a través de un discurso enraizado en la poderosa tradición figurativa de su país. Por ello, más que una muestra personal, podríamos considerarla una exposición intima que echa por tierra el precepto del aislamiento, pues su obra-vida se debate entre las más acuciantes preocupaciones existenciales de todo hombre actual; la amistad, el amor, el sexo y la soledad.

Con el desenfado propio de un autodidacta avezado, nos deja ver a Magdala, su mejor amiga, sus ángeles guardianes; Libertad Nahui y Quetoli, contenedores de su más cercana ternura. Y se nos presenta en el desgarramiento insondable ante la pregunta primigenia. Lo hace utilizando una iconografía fácilmente decodificable, dada su procedencia popular: la imaginaria religiosa o el cine nacional de la época dorada, junto a símbolos ya manejados por la plástica mexicana de este siglo y que alcanzan con Frida Kahlo su más efectivo empleo.

Con Libertad sobre las Aguas es un acto de entrega, donde las proporciones, la relación del colorido con el tema, la composición y los elementos simbólicos utilizados, logran expresar el estado mental y espiritual del artista que demuestra con ello, que es posible ir más allá de la superficie coloreada; que es posible andar sobre las aguas.


Mto. Enerdo Martínez Álvarez
Catedrático de la Facultad de Artes y Letras
Universidad de La Habana

Ciudad de La Habana, Cuba 1997

Texto Raúl Anguiano

Mis hijas postizas. 1993. Óleo / cartón. 100 x 80 cm. Colección: Patricia Tovar.


El joven pintor Darío Mijangos, me muestra sus pinturas ingenuas y místicas, con un sentimiento y técnica que recuerdan a los retablos primitivos que artistas anónimos pintaron por encargo para agradecer algún milagro del santo o virgen que los concedieron o los realizaron. Pinturas en que los principales personajes son los congéneres de mi perro xoloitzcuintli; Tajin. Cuadros de gran ternura y sensibilidad.

Raúl Anguiano

Pintor


Coyoacán, México, 1996

De perros y Corazones de ángel

Bendita yugular, te he de alcanzar. 1990. acrilico / cartón. 100 x 80 cm. Paradero desconocido.

Un canto de fin de siglo, cuando el sexo y la sangre se vuelven en  el único rito sagrado de nuestros tiempos, cuando la desesperanza y el plástico visten las calles

Un reencuentro con el cuerpo, con la piel, con el ansia de abrazar y ser abrazado, con las ganas de llorar días enteros encima de los colores de la vida, encima de la cama arropada con las sábanas de un siglo veinte ya cansado, ya repetido, ya redundante.

Con las ganas de volar y reinventar cada latido de corazón, de rojo y amarillo, de pieles azules, de miradas azoradas. De alas inmensas, de flores y de espinas, de lo que pudiera salvarnos como una religión, venerando lo humano, venerando las debilidades y sufrires, venerar las lágrimas y el semen, venerar la humanidad tan dolida, tan cargada de fantasmas, tan al borde de la noche esperando una luz en el siglo que viene. Como si a éste ya se le hubiera agotado la luz, como si ya lo único que nos quedara fuera un montón de tubos de óleo y de lienzos en blanco, nada más para ponemos a imaginar como seria, como será nuestra nueva fe, nuestra nueva religión, nuestro nuevo rito que nos salve del aburrimiento de la modernidad.

Darío se puso a pintar la agonía de nuestra fe, de la humanidad, y le puso alas y aromas ajenos para ponernos a soñar, para pasarnos la tarde viendo por la ventana de su pintura un nuevo altar, una nueva secuencia de ritos que consuelen la pobre soledad de nuestro planeta inmerso en la nada del universo.
 Armando Rodriguez,
Ciudad de   México
1996