jueves, 12 de marzo de 2015

Un día...

Los encuerados.2003. Óleo y acrílico / lienzo, 180 x 120 cm.

A veces me imagino que un día, o una tarde, Darío tomó un suéter, las llaves de su departamento y la correa de Libertad, y salió a caminar para pensar y luego decidir que iba a hacer con su vida.

Ni el teatro ni la danza eran los medios para dar cuenta de todo lo que guardaba en ese momento. Depender de tanta gente como lo requiere el teatro para poder presentar una obra no era buena opción y la danza era atractiva cuando los bailarines exhibían sus músculos, su destreza, su belleza.

Quizá por eso, y recordando la facilidad con la que había resuelto gran parte de su niñez dibujando, pintando, pegando y recortando es que vislumbró en la Pintura un camino que podría recorrer con libertad.

Y no es que fuera fácil pintar o dibujar. Tendría que aprender a hacerlo. Regreso a su casa, le quito la correa a Liber, busco un cuaderno que tuviera algunas hojas en blanco y comenzó a dibujar.

Desde entonces no lo ha dejado de hacer. Busca hombres y mujeres que se dejen pintar, cómplices, amigos, y compañeros de viaje como Libertad, Fosco  o Gilberto. Dispone de ellos, parados, sentados o acostados en pisos cuadriculados, entre lienzos rojos y dorados, como ángeles  que viajan entre las nubes o a la deriva... felizmente en el mar.
Hace de Víctor, Liber, Fosco, Gilberto y de sus amigos, personajes de su imaginario personal y les crea un mundo de papel, de tela, en forma de caja o de biombo para que vivan, para que existan en esta realidad tridimensional que a veces nos agobia, incluyéndolo a él.

Ahí están en cada uno de ellos, mirando siempre a lo lejos, extraviados en sus pensamientos, conformes con lo que viven y con lo que sienten.

Ahora vamos con él a esta exposición, lo acompañamos formando parte de su refugio de color y lienzos. No tenemos muchas medidas, para sus ojos siempre somos grandes. Magnifica con la alquimia de sus trazos lo común de nuestra vida haciendo de nosotros seres luminosos, inmaculados, estofados, con aureolas que nos acercan a la pasión con la que pinta.

Bueno... eso me gusta pensar...

Edith Ibarra
Febrero 2004.


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