Ángeles caídos. 1996. Óleo / Lienzo. 100 x 1550 cm. Colección Beatriz Vargas
Es
posible que la primera impresión que se aprese al contemplar la obra de Darío
Mijangos sea la de un universo conocido, y es que efectivamente el artista
establece una fluida comunicación a partir de códigos familiares al observador.
No obstante, si nos detenemos ante las obras veremos
que los elementos denotados se connotan desde un perspectiva panicular; Alas,
flores, figuras, corazones y perros resultan el repertorio apariencia de
encontradas esencias.
Sin desestimar los aportes del instrumental
contemporáneo los utiliza y aplica según las necesidades de su propuesta
artística, así el sentido de la cita más que orientarse a una dirección autoral
o estilística, se re ordena hacia el cromatismo de una cultural. Colorido que
intenta un entrecruzamiento entre lo culto y lo popular, que se desplaza de
altares y retablos a las artesanías, para colocarse en un nuevo universo
pictórico y semántico. La cita entonces no es un mero elemento referencial o de
contemporaneidad, sino una vía cultural de estirpe. Se podría afirmar que en
las propuestas discursivas de este creador se enlazan algunas constantes
modeladoras.
La consagración de la virgen.1996. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 120 cm. Colección Privada
La manera de apropiarse del mito -por ejemplo el perro azteca-,
unas veces como memoria (La Consagración de la virgen) otras como cotidianidad
(Libertad hija y Nahui). Con toda la simbología establecida, el corazón también
conduce la iconografía. Reconocible formalmente se manipula como fantasía
ornamental en “Abriendo y Cerrando”, mientras que en “Ángeles Caídos” tributo a
Frida Kahlo- conduce sentimientos plurales.
Libertad hija y Nahui. 1996. Óleo y acrílico / lienzo. 100 x 80 cm. Colección: Alfredo Linch.
El tributo al género del retrato, es otra regularidad,
a partir de su propia representación (autorretrato), rostros que se
intercambian de una obra a otra, que asumen diversas posturas y comparten
espacios, con una mirada al infinito marcada por una temporalidad
indeterminada.
Por último las tintas que aúna pasado y presente, en
una operatoria en la que converge la tradición del retrato colonial y que ahora
Darío desarticula para rememorar, describir, dinamizar e incorporar como
elemento plástico.
Todo ello concreta una poética en la cual objetivo y
lo cultural, lo local y lo universal marcada por una estética que aúna ideales
aparentemente en conflicto.
Dra. Luz Merino.
Subdirectora de Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.
Catedrática
de la Universidad de La Habana
La Habana Cuba, Diciembre de 1997.
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