miércoles, 11 de marzo de 2015

En la mirada, carga de noche.

Ángeles caídos. 1996. Óleo / Lienzo. 100 x 1550 cm. Colección Beatriz Vargas

Es posible que la primera impresión que se aprese al contemplar la obra de Darío Mijangos sea la de un universo conocido, y es que efectivamente el artista establece una fluida comunicación a partir de códigos familiares al observador.

No obstante, si nos detenemos ante las obras veremos que los elementos denotados se connotan desde un perspectiva panicular; Alas, flores, figuras, corazones y perros resultan el repertorio apariencia de encontradas esencias.

Sin desestimar los aportes del instrumental contemporáneo los utiliza y aplica según las necesidades de su propuesta artística, así el sentido de la cita más que orientarse a una dirección autoral o estilística, se re ordena hacia el cromatismo de una cultural. Colorido que intenta un entrecruzamiento entre lo culto y lo popular, que se desplaza de altares y retablos a las artesanías, para colocarse en un nuevo universo pictórico y semántico. La cita entonces no es un mero elemento referencial o de contemporaneidad, sino una vía cultural de estirpe. Se podría afirmar que en las propuestas discursivas de este creador se enlazan algunas constantes modeladoras. 
La consagración de la virgen.1996. Óleo y acrílico / lienzo. 150 x 120 cm. Colección Privada

La manera de apropiarse del mito -por ejemplo el perro azteca-, unas veces como memoria (La Consagración de la virgen) otras como cotidianidad (Libertad hija y Nahui). Con toda la simbología establecida, el corazón también conduce la iconografía. Reconocible formalmente se manipula como fantasía ornamental en “Abriendo y Cerrando”, mientras que en “Ángeles Caídos” tributo a Frida Kahlo- conduce sentimientos plurales.
Libertad hija y Nahui. 1996. Óleo y acrílico / lienzo. 100 x 80 cm. Colección: Alfredo Linch.

El tributo al género del retrato, es otra regularidad, a partir de su propia representación (autorretrato), rostros que se intercambian de una obra a otra, que asumen diversas posturas y comparten espacios, con una mirada al infinito marcada por una temporalidad indeterminada.

Por último las tintas que aúna pasado y presente, en una operatoria en la que converge la tradición del retrato colonial y que ahora Darío desarticula para rememorar, describir, dinamizar e incorporar como elemento plástico.

Todo ello concreta una poética en la cual objetivo y lo cultural, lo local y lo universal marcada por una estética que aúna ideales aparentemente en conflicto.

Dra. Luz Merino.
Subdirectora de Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

Catedrática de la Universidad de La Habana

La Habana Cuba, Diciembre de 1997.

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